Jurançon, cuna de los vinos secos, está experimentando un éxito creciente, pero su reputación se debe principalmente a sus vinos dulces, elaborados a partir de la uva Petit Manseng. Estos néctares revelan una fusión armoniosa de complejidad aromática y frescura intrínseca, encarnando la elegancia de los vinos dulces.
El foehn, un viento cálido y seco del sur, sopla en otoño y desencadena el proceso de pasificación. Las generosas precipitaciones anuales aseguran una hidratación regular de los mansengs, ayudándolos así a madurar. Este dúo meteorológico confiere a las uvas una acidez preciosa, base para la elaboración de los vinos licorosos.
Circos de viñedos y suelos calcáreos de Poudingues
En la parte noreste, los suelos, compuestos de pudingas calcáreas, ofrecen un mosaico de guijarros y arcillas. La topografía accidentada, las pendientes pronunciadas y los circos excavados en la roca crean microclimas propicios para la sobremaduración de las uvas. La densidad de los guijarros carbonatados estructura las colinas del Jurançon, formando las conchas emblemáticas de la AOP.
El famoso viñedo de Joliette debe su renombre a su forma de concha, que actúa como un horno natural. El suelo, rico en concreciones ferruginosas, está compuesto de gravas silíceas sobre pudinga. La densidad de plantación, la calidad del material vegetal y la inercia higrotérmica de la bodega contribuyen a la profundidad de los vinos de Joliette.
Colinas moderadas, valles Norte-Sur y el beneficio del Foehn
Al oeste, las colinas formadas de molasas arcillo-arenosas son menos abruptas, separadas por amplios valles norte-sur. Las pendientes más empinadas y gravosas expuestas al oeste son ideales para una maduración temprana, mientras que los vientos de foehn que soplan en los valles abiertos al sur contribuyen a un clima particularmente suave.
La densidad de plantación, la calidad del material vegetal y la inercia higrotérmica de la bodega son factores que se han destacado para explicar la profundidad de los vinos de Joliette. La rareza y la historia agitada de esta región contribuyen a forjar la reputación excepcional de los vinos que de ella emanan.
El Jurançon, el elixir de los Pirineos, revela una alquimia única entre un terroir excepcional, condiciones climáticas favorables y un saber hacer ancestral, creando vinos que cautivan los sentidos y revelan el alma de la montaña. La degustación de estos vinos se convierte en un viaje sensorial, una exploración de los prisioneros y paraísos enterrados en cada sorbo.